El castellano es una lengua que posee gran riqueza cultural cientos de refranes y expresiones populares, y a pesar de que, con el paso de los años, muchas de estas expresiones populares se han ido perdiendo, aún sigue habiendo otras que forman parte de nuestro día a día. Se trata de frases hechas que expresan situaciones cotidianas, aunque pocos saben el origen real de estos refranes.
“A buenas horas mangas verdes”
Este dicho popular, que solemos decir cuando alguien llega demasiado tarde y ya ha finalizado la tarea o el evento en cuestión al que tenía que acudir, tiene su origen en la época de los Reyes Católicos. En los SIGLOS XVI y XVII la encargada de guardar el orden y capturar a los malhechores era la llamada “Santa Hermandad”. Estos eran reconocidos por su impuntualidad a la hora de acudir a la llamada de auxilio de los vecinos, los cuales habitualmente ya habían resuelto el problema por ellos mismos cuando la Santa Hermandad llegaba. Debido al uniforme que estos vestían, el cual consistía en un coleto con mangas verdes, la gente reprochaba el momento en el que se personaban diciendo “A buenas horas, mangas verdes”.
“A palabras necias, oídos sordos”
Popularmente se dice que este dicho proviene del filósofo Aristóteles. Según cuenta la historia, una vez se acercó a Aristóteles un hombre que era demasiado extensivo hablando. Cuando el hombre terminó de hablar, pidió disculpas al filósofo por su extensa intervención, a lo que este respondió “Hermano, no tenéis de que pedirme perdón, porque estaba pensando en otras cosas y no os he entendido una sola palabra”.
“Ponerse las botas”
Esta es una frase que solemos decir cuando comemos con abundancia. Antiguamente, estos lujos sólo se los podían permitir las personas de clase acomodada, las cuales solían usar botas, un calzado que tampoco era alcanzable por aquel entonces para las personas pobres.
“Dar la lata”
Esta expresión, que relacionamos con una persona o una situación que no para de molestar o fastidiar, tiene varias teorías sobre su origen. Algunos creen que la expresión proviene de otras expresiones más antiguas, como son “dar la tabarra” o “dar la murga”, las cuales se decían a aquellos que utilizaban distintos elementos de percusión, como zambombas, palos o cencerros, para festejar las segundas nupcias de una viuda o un viudo. Con la entrada en el mercado de la hojalata, es posible que incorporasen este material como otro elemento dentro de estas “cencerradas”.
Otro origen que se baraja es el proveniente de la ciudad de Málaga, en la que los presos de su carcel solían comprar una lata que contenía una mezcla de mosto condimentado con sobras de vino, licores y aguardientes. Esta bebida provocaba una inmensa borrachera a los presos, los cuales se volvían más habladores y molestos.
Una última teoría sobre el origen de esta expresión es la que la relacciona con los soldados viejos del siglo XVII, quienes mendigaban compensaciones a sus cicratices llevando a distintos despachos un rollo de documentos que guardaban dentro de un tubo de lata.
«Verse el plumero»
Se trata de un dicho popular que expresa cuando descubrimos las intenciones ocultas de alguien tras su comportamiento. Tiene una relacción directa con la política, concrétamente con los liberales del siglo XIX que defendían ideas progresistas. Tras la firma de la Costitución de Cádiz en 1812, se constituyó la Milicia Nacional, quienes llevaban un gorro con plumas que les hacía visibles a la lejanía. Este detalle no pasó desapercibido por la prensa, quienes comenzaron a utilizar la expresión “verse el plumero”, la cual ha ido derivando hasta obtener el significado que le damos hoy en día.
“No dar un palo al agua”
El origen de este término popular tiene origen en los marineros. Antes de la invención de la máquina de vapor, los barcos tenían que ser movidos a través de remos. Cuando alguno de estos marineros no colaboraba remando, solía decirse que “No daba un palo al agua”. La popularidad de este dicho fue creciendo hasta asociarse con la gente que es vaga o perezosa a la hora de hacer cualquier trabajo.