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Bitcóin, cachopo, criptomoneda, gentrificación, geolocalización, poliamor, transgénero o quinoa son palabras que también forman parte de la ampliación que recoge 4.000 modificaciones en vísperas de la nueva edición de 2024

Como sucede desde hace cinco años, a finales de diciembre la Real Academia Española (RAE) presenta las novedades del Diccionario de la Lengua Española

De Real Academia Española – Real Academia Española, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=50839620

La Real Academia Española ha presentado en Madrid la actualización anual del Diccionario de la Lengua, la penúltima antes de su nueva edición, que estará lista en 2024. Los cambios, que se podrán encontrar desde hoy en la versión digital del diccionario, han sido elaborados en diálogo con las academias de la lengua de América Latina y bajo la coordinación dela académica Paz Battaner. Según la Academia, la nueva cosecha incuye 4.000 modificaciones, aunque muchas de ellos sean técnicas más que de significado y no serán relevantes para los usuarios. “Son palabras que definen un año”, ha explicado Battaner.

Entre las incorporaciones destacan bitcóin, cachopo, criptomoneda, gentrificación, geolocalizar, quinoa y transgénero. Seguro que usted ya ha dicho y escrito esas palabras, pero ahora ese reflejo de la sociedad forma parte del diccionario.

Entre otros añadidos, uno vinculado a los urbanitas: gentrificación (proceso de renovación de una zona urbana, popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por otra de mayor poder adquisitivo). Hay también novedades muy populares, como chuche (ya existía chuchería, pero ahora es válido este acortamiento tan infantil); o cuántas veces habremos escuchado lo de quedarse “ojiplático”, que es estar con los ojos como platos por asombro o sorpresa. También es seguro que habrá conocido a alguien que por su pachorra está “empanado”, que es alguien despistado, distraído, aturdido o confuso, según el diccionario. Una palabra que suma un significado es rayar, para referirse a alguien trastornado o loco, es decir, rayado. O para los que tienen problemas capilares, la voz anticaída se refiere a aquello que previene o evita alguna caída, especialmente la del cabello.

Otro campo renovado es el de la sexualidad, que incluye poliamor (relación erótica y estable entre varias personas con el consentimiento de todas ellas), transgénero (persona que no se siente identificada con su sexo anatómico), o su contraria, cisgénero: persona que se siente identificada con su sexo anatómico. Pansexualidad es la atracción sexual hacia cualquier individuo u objeto.

Entre las curiosidades añadidas, oídas sobre todo en medios de comunicación, lo de que algo “forma parte de su ADN”. Pues se agrega esa acepción como “esencia, naturaleza de alguien o de algo”. Además, “disfrutón”, que tiene gran capacidad de disfrute. No estaba top manta, pese a ser muy empleada hace años, para señalar la venta ilegal de productos generalmente falsificados y expuestos en el suelo sobre una manta o similar. En cuestiones de género, destaca obispa porque, como ha subrayado Battaner, “hay órdenes religiosas que ya las admiten”.

Paparajote y rebujito

La gastronomía alimenta la nueva edición de bastantes palabras, como ha destacado Battaner, aunque algunas sean muy familiares, como cachopo (plato típico de Asturias consistente en dos filetes de ternera con un relleno entre ellos, generalmente de queso y de jamón serrano, rebozados y fritos). En este caso se añade acepción, porque un cachopo ya era un tronco seco y hueco de un árbol. O más ligero es el sanjacobo, que tiene dos lonchas de jamón cocido o dos filetes finos entre los que se coloca queso. Hay un americanismo, del quechua, que se ha puesto de moda en los últimos tiempos: quinoa. Más cercano es el paparajote, el dulce murciano preparado con la hoja del limonero. Y quien se haya paseado por una feria en Andalucía es muy probable que se haya tomado un rebujito: bebida con vino manzanilla y refresco gaseoso. Siguiendo con el asunto de trasegar, hay entradas que se actualizan, como tinto, que incorpora “de verano”, para referirse a la bebida compuesta de vino y gaseosa o refresco de limón. Y, atención aficionados al vino, enoturismo: turismo por zonas de producción de vino con visitas a bodegas y viñedos y degustación de caldos.

En otro año de pandemia, el coronavirus ha vuelto a meter palabras en el diccionario. Entre ellas destacan las formas complejas “burbuja social”, que es en una pandemia el grupo de personas que pueden mantener contacto entre sí con escaso riesgo. Y nueva normalidad, definida como la situación en que la vida habitual se modifica debido a una crisis o razones excepcionales, como una pandemia. Vocablos muy empleados se han actualizado por nuevos usos, como triaje (clasificación de los pacientes según su dolencia para establecer el orden en que deben ser atendidos) o vacunología (rama de la terapéutica que estudia las vacunas). Por seguir con términos médicos, en este caso propios de regiones hispanoamericanas, sobresalen emergenciólogo y urgenciólogo, que son los especialistas en atención hospitalaria en urgencias.

También son americanismos chuteador, que lanza el balón fuertemente con el pie; sambar (bailar samba). Y si nos vamos a México, el popular “valer madre”, para algo que importa poco.

Y para terminar, después de cada párrafo de este texto u otro en cualquier ordenador se da un “intro”, que ya es un válido acortamiento de la palabra introducir: es la tecla que ejecuta la acción señalada o añadir una línea.

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