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El conocido bailaor gaditano se encuentra afincado en la Región de Murcia. A lo largo de su carrera a formado parte de compañías dirigidas por bailaores de la talla de Manuel Morado y Cristina Hoyos. Ha recorrido paises tan diversos como Japón, Francia, Suiza y Estados Unidos con su baile, formando parte de espectaculos en lugares de la talla de Broadway o las Olimpiadas de Barcelona. Actualmente se dedica a la docencia y es director del Aula de Arte Flamenco Juan Ogalla.

¿Cómo fueron tus comienzos en el baile?

Todo empezó un poco como un juego. Yo tengo una hermana mayor, a mi madre le gustaba mucho el flamenco de siempre y yo lo escuchaba desde chiquitito en casa. Mi hermana se quiso apuntar una academia de baile y yo también quise.

¿Qué te hizo elegir el flamenco ante el resto de estilos de baile?

Yo me apunté al baile porque era flamenco, a mí ya me gustaba el flamenco, yo lo escuchaba en casa desde chiquitito. Mi madre ponía disco de La Perla de Cádiz y de otros cantaores, ya empezaba a escuchar Camarón y a mí me gustaba el flamenco. Yo me apunté al baile sin intención de que el día de mañana me fuera a dedicar a esto, pero yo me apunté al baile porque era flamenco.

Formaste parte durante 8 años de la compañía de Cristina Hoyos. ¿Cómo fue trabajar con ella?

El paso a Cristina Hoyos fue un paso muy bonito, era una compañía muy importante, Cristina Hoyos es una gran maestra y fue un impulso grandísimo en mi carrera. Además, aprendí muchísimo, no solamente de baile, sino cosas de teatro, de compañía, de cómo manejar un ballet… fue una gran escuela para mí.

Antes de Cristina Hoyos, ya debuté en París y, después, estuvimos en Broadway con una compañía de Jerez, que lo llevaba Manuel Morado, y eso y fue también un gran punto de partida, porque ahí descubrí mucha verdad de esto. Iban artistas inmensos, de una talla inconmensurable, fue un gran aprendizaje para mí.

Has actuado en lugares como Broadway, Alemania, Suiza, París, Malta e incluso en la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.

Sí, y agradecido siempre, porque el flamenco siempre ha sido y es un arte muy valorado fuera de España. Nosotros tenemos la suerte de poder tener ese campo de trabajo, conocer mundo, conocer otras culturas y ver como la gente disfruta y como se emociona con el flamenco y no habla español.

De todos los lugares en los que has actuado, ¿cuál recuerdas con más cariño?

Es difícil con tantos años, pero sí es verdad que hay sitios que le guardo mucho cariño, porque han sido lugares que han estado muy presentes en mi carrera, por ejemplo Nueva York o Tokio, son dos ciudades que le tengo mucho cariño, porque he desarrollado gran parte de mi carrera allí.

Además de en grandes escenarios, también te gusta actuar en pequeños tablaos. ¿Crees que en los tablaos se encuentra la verdadera esencia del flamenco?

Yo creo que el tablao es imprescindible para la formación de un bailador o de una bailadora. Es un escalón imprescindible por el que hay que pasar, porque en el tablado se aprende muchísimas cosas, y además son cosas que se aprenden allí, no hay ni conservatorio ni hay ninguna escuela que te lo pueda enseñar, y a mí me parece importantísimo.

Yo soy bailador de tablao, desde que llegué a Sevilla, que entré en el ballet de Cristina Hoyos, siempre compaginaba la compañía o las giras con el tablado. A mí me encanta, porque es donde te dan la oportunidad de poder bailar todos los días y de poder tener ese contacto con el público. Al fin y al cabo, nosotros bailamos para eso, para poder tener la oportunidad de poder bailar, y el tablado te da eso.

Hace poco actuaste en uno de esos tablaos dentro del festival del Cante de las Minas. ¿Cómo fue tu experiencia?

Una experiencia muy bonita, y además tuvieron unas ideas chulas, de mezclar la gastronomía con el flamenco y con diferentes escenarios. Estuve también rodeado de compañeros maravillosos y la disfruté muchísimo.

Desde hace unos años, además de actuar sobre los escenarios, te dedicas también a la docencia. ¿Qué te gusta más de cada vertiente?

Son dos cosas diferentes, parece lo mismo, pero no lo es. El artista, de por sí, para enseñar, tiene que ser muy generoso, tienes que separar muy bien tu parte de artista y tu parte de maestro. Yo creo que son dos vertientes que hay que separarlas bien, y es algo que te tiene que gustar, que tiene que venir, que tiene que nacer innato en uno. A mí me gusta muchísimo, estoy superagradecido a la oportunidad que he tenido de poder enseñar este arte que tanto respeto, que tanto admiro y que forma parte de mi vida. Yo no concibo mi vida sin esto. Son dos cosas completamente diferentes, pero muy bonita las dos, y a mí me encantan las dos

Para terminar nos gustaría saber 3 curiosidades:

– ¿Cuál fue el bailaor o bailaora que más te marcó?

Difícil quedarme con uno, pero te voy a nombrar a dos. A mí me marcó “El Güito”, un bailado de Madrid, y Antonio Gades. Y por bulería no me quiero olvidar, porque me marcó mucho Rafael El Negro.

¿En qué proyecto andas inmerso ahora?

Ahora estoy metido con el lío del fin de curso de la escuela, y ya en verano tengo algunas cosas. Organizamos unos cursos en verano donde va mucha gente de Murcia. Ahora estoy enfocado en la escuela, pero siempre me pego mi escapadita y alguna gira que otra. También voy mucho al Corral de la Morería, en Madrid, que es un tablado que llevo muchos años yendo. De cuando me pego mi escapadita y así me quito también ese gusanillo y así piso el escenario también.

– ¿Qué bailaor o bailaora recomendarías a nuestros lectores?

Hay muchísimos compañeros y compañeras que bailan muy bien, que bailan muy bien, es muy difícil quedarme con uno. Lo que sí diría a las personas que no están acostumbrados, que no han visto nunca, que lo vean, que abra su corazón, que abra su sentido y que preste atención a lo que está viendo, que es un mundo muy bonito, un arte muy complejo y muy bonito. Que se deje llevar, y si te emociona, pues de eso se trata.

Entrevista extraída del Nº 67 de Revista Conecta. Descárgala GRATIS aquí.

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