El pontífice ha muerto esta mañana a los 95 años tras arrastrar durante tiempo una enfermedad conocida como erisipela
Así lo ha confirmado el Vaticano pocos días después de que su sucesor, el papa Francisco, pidiese una “oración especial”por él. “Está muy enfermo y pidiendo al Señor que lo consuele y lo apoye en que este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final”, había dicho Francisco al final de su audiencia general de cada miércoles, en unas palabras que generaron alarma sobre la salud del emérito.
Después de las palabras de Bergoglio, el portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, confirmó que en las últimas horas se había verificado un “agravamiento debido a su avanzada edad”, añadiendo que la situación estaba bajo control, seguida atentamente por sus médicos. Tras la audiencia, Bergoglio acudió a visitarle por última vez.
En la tarde del viernes y pese a la gravedad de sus condiciones, el papa emérito, Benedicto XVI pudo participar en la celebración de una misa en su propia habitación del convento Mater Ecclesiae, en el que reside en el interior del Vaticano.
Sin embargo, hacía mucho tiempo que se sabía que las condiciones de Benedicto eran frágiles, y su voz era cada vez más imperceptible hasta el punto en el que la mañana de hoy, sábado 31 de diciembre de 2022, se confirma la noticia de su muerte a los 95 años.
El pontífice Joseph Aloisius Ratzinger padecía de erisipela, una enfermedad que tiene lugar cuando las bacterias que colonizan el cuerpo sin causar problemas penetran a través de la piel por alguna entrada atípica, como una herida, una picadura de insecto, una úlcera venosa crónica o cualquier otra irregularidad que se haya producido en la piel.