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Ángel Silvente Ortega, Profesor titular de Tecnología desde hace 16 años y Jefe de Estudios Adjunto en el IES Miguel Hernández en Alhama de Murcia, le precede una gran trayectoria profesional muy comprometida con el cambio climático en la que ha coordinado proyectos como ‘Aire Limpio y Emergencia Climática’ (anteriormente Proyecto 05050). Su lucha por conseguir un mundo mejor, desde su cometido como educador, le han llevado a aportar y contribuir en esta lucha siendo el fundador y vicepresidente de ‘Nueva Cultura por el Clima’; y a promover y coordinar la Proposición de ‘Ley de Cambio Climático’ para la Asamblea Regional de Murcia, entre otras muchas acciones.

Como educador, ¿cree que se está haciendo suficiente hincapié en enseñar educación medioambiental en los centros formativos?, ¿cómo incentiva usted a sus alumnos para concienciarlos sobre el cambio climático?

Como respuesta a la primera pregunta: rotundamente NO. Tradicionalmente se ha dado poco o nada de relevancia a la capacitación mediomabiental de la población estudiantil. Más bien se ha hecho de forma transversal, lo que en la práctica significa dejar el asunto a la buena voluntad del docente y a que se alineen los astros para que esa buena voluntad llegue a buen puerto. En la práctica necesitas apoyo del equipo directivo, que el ritmo de aprendizaje de los alumnos te permita ir al día con el temario, que el propio temario de oportunidades para ello… Para reforzar lo anterior demos un dato: en todo el temario oficial de secundaria el concepto “Cambio Climático” aparece un total de cinco veces, y lo hace en asignaturas optativas de cursos superiores que no todos los alumnos llegan a dar. Está claro que está mal planteado. Se hace necesario un nuevo currículo para la Transición Ecológica. Ya hay un equipo de Teachers for Future trabajando en una propuesta al Ministerio de Educación.

Como consecuencia, el grado de desconocimiento del cambio climático alcanza cuotas temerarias. Otro dato: solo el 4,5% de la población española es capaz de identificar como falsa la afirmación que dice “el cambio climático está causado por un agujero en la atmósfera terrestre”.

En respuesta a la segunda pregunta: yo incentivo tratando de hacer llegar el asunto a lo cercano, a lo que el alumno puede entender y tomar poder. Cuando es posible también intentó tocar la fibra sensible educando desde la emoción. Y, por supuesto, con el mejor mensaje que se puede dar: con la acción y el ejemplo. Los hechos hablan más fuerte que las palabras. Una cosa es hablar de reducir emisiones y usar las renovables. Otra distinta es usar esas mismas renovables para reducir tu propia huella de carbono y mostrar eso a tus alumnos. Eso mismo estamos haciendo en el IES Miguel Hernández y los alumnos se implican en ello.

El Instituto Miguel Hernández tiene contratado el suministro eléctrico con una cooperativa local de energía renovable. ¿Cómo está funcionado y qué ventajas tiene?

Pues lo cierto es que está funcionando de maravilla. Cuando empezamos había algunas dudas y a quien se lo comentábamos nos vendía su “apocalipsis” personal. Que si sería “más caro”, que si “cuando estuviera nublado nos íbamos a quedar sin electricidad”… Nada más lejos de la realidad. Nos sorprendió, para empezar, que la oferta de electricidad era más barata que con la compañía que trabajábamos hasta el momento. Luego, el trámite fue muy sencillo, un par de llamadas, firmar y ya. No hay que cambiar nada ni tocar ni un solo cable.

Estamos con La Solar, es una cooperativa filial de Enercoop que tiene más de 90 años de experiencia. Todos los kWh que consumimos, proceden de renovables y, en buena medida, de productores locales de energía solar. Esto además implica que el dinero se queda AQUÍ, generando empleo y recursos locales y no yendo a parar a manos de unos pocos o a pagar combustibles sucios en países a menudo corruptos y poco o nada democráticos.

Lo mejor es que esto lo puede hacer cualquier consumidor, cualquier familia, cualquier pequeño o gran negocio. Es una decisión que cualquiera de nosotros puede hacer ya. Cualquiera de nosotros puede ser parte de la solución desde ya mismo. Para de leer y cambia de comercializadora eléctrica. Cada vez hay más renovables.

En alguna ocasión ha transmitido que apuesta por un cambio estructural para conseguir reducir a gran escala emisiones que mejoren el cambio climático ¿en qué consiste ese cambio?, ¿cómo considera que España está preparada a nivel de infraestructuras para reducir la contaminación (redes de transporte público, energía renovable, puntos limpios…)?

Es una pregunta compleja para la que no me siento capacitado a aportar gran cosa. Yo comparto mi visión con humildad. Seguro que hay grandes mentes trabajando en esto y habrá que escucharlas.

No se si estaremos de acuerdo en que este sistema que necesita crecimiento continuo del PIB para poder funcionar está condenado a terminar. Y debe hacerlo antes de que por el camino arrase el planeta.

Durante el confinamiento creo que hemos recibido varias grandes lecciones. Hemos visto, para empezar, que cuando a la naturaleza dejamos de castigarla, ella responde con una generosidad y una capacidad de regeneración asombrosas. También hemos visto que podemos vivir con muy poco, que no necesitamos consumir mucho y que lo que realmente echábamos de menos era libertad de movimiento y contacto con nuestros seres queridos. Por cierto, una buena noticia, ambos son gratis.

También hemos visto caer la contaminación, hemos descubierto el teletrabajo, que elimina la necesidad de transporte de personas, lo que evita contaminación, gastos, accidentes… Este es un buen ejemplo de “cambio sistémico” o “cambio estructural”. Hemos reducido emisiones y ganado tiempo y seguridad, sin hacer un gran esfuerzo en coches más eficientes o carreteras más seguras: simplemente eliminando la necesidad de transporte. Lo más llamativo es que la opción estaba ahí y la tecnología para teletrabajar también, pero faltaba dar el salto.

Dicho esto, las opciones para reestructurar el sistema y vivir en un mundo, no sólo más sostenible, sino más justo, más equitativo, y con más tiempo para lo que es importante en la vida, son casi ilimitadas. Pero hay que dar saltos y tomar iniciativas. A las personas que lastran estos cambios les pediría que se echen a un lado y dejen al resto de la sociedad avanzar.

En cuanto a infraestructuras y tecnología, ya digo, no soy un experto en la materia. Las renovables, después de un parón absurdo por una legislación que las ha castigado, ahora se están desplegando rápidamente. En cualquier caso, creo que donde más se puede avanzar es en innovar en sistemas organizativos. Hay que romper ciertos paradigmas que hemos considerado inamovibles.

Estamos viviendo numerosas catástrofes medioambientales como son las inundaciones o las grandes nevadas, e incluso podríamos hablar de las enfermedades contagiosas como la pandemia por coronavirus, ¿piensa que todo está relacionado con la contaminación o cambio medioambiental del que nos advierten muchos expertos desde hace años?

Todo está relacionado. No podemos atribuir una catástrofe concreta, un megaincendio o esta pandemia a una sola causa, eso está claro. Pero que la degradación de la naturaleza a nivel mundial nos ha hecho entrar en una “etapa de las consecuencias” es innegable. Los seres humanos vamos camino de ser 8.000 millones viviendo en este planeta.

Pongamos las cosas en perspectiva. Mi padre tiene 86 años. Cuando vino al mundo la población humana estaba por debajo de los 2.500 millones en aquel entonces. Hizo falta toda la historia de la humanidad: prehistoria, Roma, Edad Media… Revolución Industrial… Primera Guerra Mundial… todo eso para llegar a 2.500 millones. Y a lo largo de su vida ¡esta cifra se ha multiplicado por más de 3! Esto no tiene precedentes. No podemos pensar que eso no tiene impacto.

Estamos causando la 6º gran extinción. Sólo el 6 % de los mamíferos del planeta son animales salvajes ¡El resto son nuestros rebaños! La mitad de la tierra habitable está ocupada por la agricultura que nos alimenta. La temperatura del planeta ya ha aumentado 1ºC y la concentración de gases invernadero en la atmósfera es la más alta en el último millón de años, al menos, y no para de crecer unas 2 ppm al año.

El cambio climático, la pandemia… son síntomas de algo mayor. O cambiamos esto ya o el planeta va a cambiar a un nuevo estado más difícilmente habitable donde los humanos no seremos bien recibidos.

Hace poco más de un año la Región de Murcia vivió uno de sus mayores desastres medioambientales, la “muerte” del Mar Menor. ¿Qué impacto podría tener si no se revierte lo ocurrido?

El Mar Menor es un buen ejemplo de “transición” de un ecosistema a un nuevo estado de equilibrio menos favorable a la vida. Además un cambio abrupto, súbito y rápido. Es como el canario en la mina que da un aviso a nivel planetario. Durante decenios se ha saturado la laguna de nutrientes. El ecosistema los ha ido asimilando lo mejor que ha podido. Científicos y técnicos llevaban más de 20 años avisando. Pero nada especialmente llamativo ocurría. Hasta que de pronto y en poco tiempo entró en colapso. No tengo los conocimientos ni he podido dedicar al estudio del Mar Menor el tiempo necesario para poder contestar esta pregunta con el suficiente rigor. Sí que puedo decir que confío más en la capacidad del Mar Menor para autoregenerarse si le damos la oportunidad, que en la capacidad de los gobernantes de poner los medios para dejar de castigarlo y permitir que la naturaleza pueda hacer su trabajo.

Los movimientos ecologistas llevan años advirtiendo las consecuencias. ¿Aún estamos a tiempo de cambiar todo? ¿Qué consejos puede darnos a los ciudadanos para aportar en esta lucha por mejorar las condiciones del planeta?

Quiero creer que sí estamos a tiempo. Hay impactos que ya son inevitables, pero otros no. Soy un “optimista diagnosticado”. Toda acción suma. Incluso si la catástrofe más absoluta fuera inevitable, cada acción que en la dirección adecuada hará que ese desenlace se retrase. Cada año, cada día, cada minuto en este maravilloso planeta que podamos ganar es sin duda la lucha más noble, ética e inteligente que podemos llevar a cabo.

Veo que están ocurriendo cambios esperanzadores, pero tardíos. Si muchas de las cosas que empezamos a hacer ahora (renovables a escala masiva, reducción del consumo de carne, economía circular…) las hubiéramos llevado a cabo hace 20 años ¿en qué mundo viviríamos hoy?¿cuántas guerras se habrían evitado por cuestiones como el petróleo o los recursos?

Soy enemigo de mensajes falsamente esperanzadores como “reciclar”, “usar bombillas de bajo consumo”. Eso sin duda hay que hacerlo, pero es totalmente insuficiente. Es como si estás sufriendo un infarto y el consejo de tu médico es tomar una aspirina.

Sí que creo que debemos empezar a hablar claro y llamar las cosas por su nombre. El capitalismo, tal y como lo conocemos, no puede seguir. No podemos basar nuestro sistema económico en crecer y crecer y comprar cada vez más. Hay que consumir menos. Eso no nos gusta ¿O quizá si? ¿Y si en vez de decir “consumir menos” decimos “trabajar menos”? Produciremos menos, gastaremos menos. Tendríamos más tiempo para lo verdaderamente importante: familia, amigos, arte, cultura, ejercicio físico, salud, alimentarnos bien… Y entre tanto, dejaríamos en buena medida a la naturaleza en paz y ella haría su trabajo de regeneración ¿Y qué tal “dormir más”? ¿Cuál es la huella ecológica de un ser humano durmiendo? Quizá esta no sea la respuesta típica a la cuestión planteada pero desde luego lleva implícito ese “cambio estructural” de cómo concebimos la sociedad. O evolucionamos o nos extinguimos. Y en nuestra extinción arrastraremos con nosotros a buena parte de la vida del planeta.

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