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Durante el confinamiento han podido aparecer diferentes síntomas negativos como consecuencia del encierro y de los cambios sufridos, y la nueva adaptación y los nuevos cambios de la desescalada también pueden llevar a la aparición de diferentes problemas.

La desescalada que estamos viviendo tiene dos caras y es que para unos significa algo positivo, por ejemplo recuperar cierta libertad o volver a encontrarse con sus seres queridos, pero para muchos otros significa volver a una rutina llena de estrés, de prisas, de no tener tiempo, de enfrentarse a una realidad que ha cambiado, que tiene normas nuevas y en las que hay muchas cosas que no podemos controlar. Por tanto, algo muy esperado por muchas personas se convierte en algo que puede dar miedo y que puede suponer mucho estrés para otras.

El síndrome de la cabaña es algo que se ha nombrado mucho desde que se ha empezado el proceso de desescalada y se caracteriza por la aparición de síntomas depresivos y de ansiedad, problemas de sueño, falta de motivación, miedo a salir a la calle, a tener contacto con el exterior y a las relaciones sociales.

Estos síntomas, junto a otros, suelen aparecer tras un periodo de encierro prolongado en un mismo lugar, en este caso nuestro hogar, ya que podemos llegar a relacionar el exterior con la sensación de peligro, inseguridad e incertidumbre y percibir nuestro hogar como el único lugar seguro. Por tanto, cada vez que salgamos fuera de nuestro lugar seguro sentiremos miedo.  

Es cierto que las personas han vivido solas el confinamiento o que han tenido un pobre contacto social son más vulnerables a desarrollar este síndrome, pero cualquiera podemos padecerlo en algún momento.

¿Cómo podemos afrontar todo esto?

  • Normalizando y expresando todas las emociones y sensaciones desagradables, para poder hacerles frente y poder enfrentar la desescalada de la manera más adaptativa posible.
  • Reconociendo que cada persona tiene su tiempo de adaptación, no podemos compararnos con los demás. No tenemos por qué correr, podemos ir poco a poco avanzando, por ejemplo empezando a dar paseos cortos e ir alargándolos cada día un poco más o empezar poco a poco a realizar pequeñas rutinas. Para esto sería adecuado ponernos pequeños objetivos, realistas y adaptados a nuestras capacidades.  
  • Incorporando el ejercicio físico a nuestra rutina, si aún no lo hemos hecho.
  • Manteniendo el contacto social.
  • Controlando esos pensamientos negativos que nos alejan de la realidad y nos llevan a anticipar cosas que no sabemos si van a ocurrir.
  • Aceptando que hay cosas que no podemos controlar de ninguna de las maneras y que intentarlo solo nos producirá malestar.
  • Y buscando ayuda profesional. El necesitar ayuda en este momento no significa que vaya a ser algo permanente, es mejor trabajar los síntomas lo antes posible para que no se agraven.

Este artículo forma parte de la Revista  Conecta de junio que puedes descargar completa pinchando AQUÍ.

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