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Cuando le nombraron pregonero comentó que sufría el “síndrome del pregonero” en tres fases: primero, incredulidad; después, orgullo y finalmente responsabilidad. Explíquenos qué quiso decir con estas palabras y que le supone tener la oportunidad de ser pregonero de la Feria de Alhama 2019.

Fue toda una sorpresa cuando llegaron a casa los amigos del Cocotazo. Para hablar solo un momento, me dijeron, ¡y vaya momento! La casualidad hizo que estuvieran allí también mis padres. De hecho, la primera reacción fue la de mi madre: “ves, ya te dije que te harían pregonero”. Y a partir de ahí toda una cascada de sentimientos. Ese día no supe muy bien cómo definirlos, pero me di cuenta de que eran comunes a los de mis ya compañeros pregoneros de otros años. Se me ocurrió que podíamos definirlo como un síndrome propio del honor de pregonar la feria de Alhama. Un síndrome que estoy muy contento de poder sufrir, todo sea dicho de paso.

Dedica su vida a la investigación y a la docencia. ¿Cuál es su verdadera vocación?

Sinceramente, no lo sé, sobre todo porque no creo que pueda responderte con una en concreto. Hablaría más bien de curiosidades, en plural, que me llevan de aquí a allá. Antes que químico quise ser periodista. Siempre me gustó leer y escribir. Aunque como ves he acabo siendo el entrevistado y no el entrevistador. Siento curiosidad por el arte, como la fotografía. Poder cazar el instante decisivo pero cotidiano que ocurre, sin darnos cuenta, a nuestro alrededor, como haría Cartier-Bresson. Tengo la curiosidad del viajero, que me ha llevado a conocer gente de lo más interesante venidos de todos los rincones del mundo. También está el cine clásico, la buena música, sin olvidar la ciencia. Siempre la ciencia. Sigue divirtiéndome como el primer día.

José Pedro dando clase en la Universidad de Valencia

¿Qué es lo mejor de trabajar educando y enseñando a jóvenes?

Casi todas mis clases las doy en primero de farmacia, donde les enseño química orgánica. Dicen que es una de las asignaturas más difíciles, porque no puede aprenderse de memoria. Se trata de comprender, de razonar, y sobre todo imaginar. Me gusta decirles que nadie puede aprender a pintar un cuadro por muchas horas que se pase mirando un Velázquez. De la misma manera, hace falta coger el lápiz y el papel, dibujar en un a libreta la belleza que se esconde detrás de los átomos, anticiparnos a su comportamiento. Lo mejor no es ayudar a los alumnos a aprobar una asignatura, sino mostrarles cómo resolver problemas con objetividad, crítica, creatividad. Al menos, eso intento. Pero lo dijo mucho mejor Richard Feynman, uno de los grandes personajes de la historia de la ciencia. Nuestro deber es aprender todo lo que podamos para transmitírselo a nuestros sucesores, y así dejarle las manos libres en el futuro.

José Pedro con los alumnos del CEIP Ginés Díaz – San Cristóbal

¿Cómo surgió su vocación por la química y la investigación? ¿Tuvo alguna vivencia cercana que le motivase a estudiar la cura contra enfermedades?

La enfermedad es, desafortunadamente, parte de la vida. Todos tenemos casos cerca. Todavía hoy sigo pensando que una de las profesiones más importante (sino la que más) es la carrera médica. Pero yo me mareo cuando veo sangre, no se lo cuentes a nadie. Descartada la medicina, la química es una rama de la ciencia increíble a la que dedicarse. Es más, es la única que nos permite crear nueva materia, moldeando átomos como si fueran arcilla. Esta nueva materia puede ser la base para células solares y tener así energía limpia, o también pueden ser nuevos medicamentos, por nombrar solo dos ejemplos. Yo trabajo con estas dos aplicaciones, pero me motiva especialmente esta segunda.

¿Qué sentimiento le provoca saber que su trabajo puede ayudar a las personas?

Descubrir un nuevo medicamento lleva años. Los químicos estamos en la primera etapa, que consiste en diseñar la molécula. Pero esto tiene que llevarse después a un laboratorio para comprobar cómo funciona con células, después en modelos animales, y de aquí a las fases clínicas. Un trabajo que necesita de biólogos, farmacéuticos y médicos, entre otros. Muchas de las moléculas se “atascan” en alguno de estos pasos. Por eso es necesaria la colaboración de la comunidad científica. Nosotros también intentamos contribuir.

Grupo de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY).

En su trayectoria profesional como científico ha conseguido muchos logros. ¿De cuál está más orgulloso y qué cree que le queda por conseguir?

Tengo la suerte de trabajar con grandes científicos, y amigos, como Horacio Pérez, Jorge de la Peña y Helena den Haan. Juntos descubrimos una molécula que podría usarse para tratar la infección por el virus del Zika. Éste fue el primer paso. Ahora están haciendo los ensayos clínicos para ver si es activa en pacientes reales. Y en cuanto a lo que nos queda por conseguir, estoy convencido de que lo más importante que nos es seguir aprendiendo. Cada día.

Su profesión podría llevarle a instalarse lejos y tener un futuro profesional diferente, sin embargo ha elegido quedarse en casa, en su pueblo con los suyos. Teniendo ese sentimiento tan arraigado con Alhama ¿qué mensaje le gustaría transmitir a sus vecinos en el pregón?

La carrera en ciencia está llena de constante incertidumbre. Por eso creo que la motivación de la mayoría de los que nos dedicamos a la investigación, sino todos, es precisamente la curiosidad de la que hablábamos antes. Mientras pueda, quiero seguir haciéndome preguntas e intentar responderlas cerca de mi familia. Cerca de Mónica, Darío, Julia, mis padres, hermanas, hermanos-injertados, madrina, sobrinas… y mi pueblo. De esto, entre otras cosas, hablará mi pregón.

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